sábado, 29 de diciembre de 2012

Crónica: Presentación de revista literaria Pirata



Gabriel Meza

 “En veces a mi también se me hinchan los huevos”, la frase del taxista cimbró mi ensimismamiento justo a unas cuadras de las entrañas cosmopolitas del centro de La Paz. De inmediato pedí la parada, entregué el efectivo y mejor ignoré el contexto de su parloteo. No importaba. Iba decidido a incursionar en un vertiginoso mar, para algunos, de obscenidad. Por una noche sería una pieza más del ajedrez, en uno de los escaques del bajío. El Rodeo, bar por excelencia cuando se tiene una pena, un vacío o una necesidad amorosa; sin embargo, otro asunto me llevaba  a internarme a ese orbe: Pirata #12.

Apresuré el paso esquivando el puesto de churros ubicado entre la frontera del comercio informal y las empresas establecidas de la calle. El mercado Madero revolvía el olor a combustible quemado de los peseros con una esencia exquisita  a fritangas: empanadas, sopes, tostadas. Ya era tarde: las 08:30 de la noche. A esa hora comenzaba el evento.  El silbato de una mujer policía me indicó que podría pasar sin amenaza alguna de los choferes de rostro cansado y con el anhelo de terminar su jornada del viernes (14 de diciembre) quizá con la acostumbrada ballena.
Un hombre alto de zapatos de tacón y minifalda, emperifollado con su atuendo de trabajo, doblaba la esquina mientras un boleador de zapatos miraba, con una interrogación en sus cavidades oculares, el caminar del sujeto con bolsa. Bajé unas pequeñas escaleras, casi corriendo.

A mi izquierda, al costado del Luna Bruja, estaba mi destino.  Los setentas no se han marchado en el Rodeo. Es una cápsula de patrones tan antiguos, tan humanos, que no es difícil sentirse en casa. Es ver el pasado y la historia de una ciudad.

Llegaba a tiempo. Pedí una cerveza que me ayudó a calmar los hervores en mi interior mientras los presentadores y el creador de la revista Pirata se acomodaban para hablar sobre el andar de una publicación que va evolucionando y atrayendo gente. Los asiduos pelaban los ojos ante los ajenos: nosotros éramos los extraños. Usurpando sus lugares, colonizando cada fragmento de ese bar. Haciéndolo nuestro por una noche. 

“Es casi una falta administrativa estar aquí”, dijo sarcástico al dar inició con el suceso Octavio Escalante. Las risas no se hicieron esperar. El fundador de Pirata escogió el bar Rodeo como escenario por la pose de la revista y con el objetivo de irrumpir el centro, lugar - que en su opinión- está decayendo.

“El centro de la ciudad se está cayendo en cuanto al comercio, esta es una oportunidad para invadirlo de otra manera, con otro tipo de eventos, como invadieron nuestra ciudad con mercadotecnia. Hay que familiarizarnos con estos ambientes”, declaró.

Luna Bruja, Misión, Viejo Este, La Voladora y La Cabañita, son algunos de los centros nocturnos que nombró para explorar. “La presentación del fanzine trasgrede a ese protocolo acostumbrado pero no quiero fracturarlo”, agregó.

Arturo Fisher, "El Waka", integrante del Centro Social Otro Mundo, reconoció la labor del joven egresado de la UABCS y dijo que Pirata es una opción para toda la "palomilla", una creación para todos que reúne a escritores sudcalifornianos. Por su parte, Rodrigo Rebolledo elogió la valentía del proyecto y lo calificó como un ente vivo, que cambia con el paso de los años.
En el número 12 un ilustrador asaltó las páginas, dando cabida a quienes deseen participar con su ingenio para continuar con el impulso de los artistas sudcalifornianos: EK López. Es un espacio para ellos. 

Luego de agradecer la presencia de los “piratones”, la rocola inició su trabajo. Expulsó unas cuantas notas musicales y (sin querer) una competencia musical comenzó entre los viejos inquilinos del bar y los escritores, pintores y activistas reunidos. Todo podría resumirse en una lucha, canción a canción entre Jenni Rivera y el Rey Lagarto o un son norteño bailador contra un nostálgico Pink Floyd…

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